lunes, 25 de agosto de 2008

Agareso cumple objetivos en el Magreb

Foto: Miguel Núñez

La expedición de AGARESO desplazada al norte de Marruecos concluyó el periplo alcanzando importantes objetivos para todos los agentes implicados en este proyecto de cooperación. La grabación de entrevistas, testimonios y escenarios, donde se producen o localizan los problemas de la mujer trabajadora marroquí, concedieron la oportunidad de avanzar en la profundizacion de una realidad a tan solo 14 kilómetros del sur de la peninsula. Han sido ocho dias de intensidad, pasión y emoción por desarrollar con la máxima plenitud la profesión del periodismo en su género más solidario.

Los cinco reporteros partieron con la propuesta de recopilar el mayor grado de información en formatos audiovisuales, gráficos y escritos. A su regreso, confirman que las cosas han funcionado muy bien. Ha sido posible casi todo, gracias al esfuerzo de todos. Pero, destacan que la clave de los buenos resultado ha estado en las actitudes, comportamientos y, en algunos casos, saber renunciar a tiempo en la intención de obtener algún material.

Los lazos entre ambas orillas del estrecho son cada vez más cortos. El desarrollo de este proyecto, iniciado por la ONG Amarante, ha permitido a otras organizaciones de acción social contar en que estado se encuentra la cooperación emitida desde Galicia. Las posibilidades de transportar una realidad y visibilizarla en otra va a ser posible a través de un documental periodístico que, este año, será presentado en las principales ciudades gallegas ¿Las protagonistas? Ellas, las mujeres de la lucha en silencio. Las incansables trabajadoras de una sociedad de lentos avances. En definitiva, esos seres humanos que por su condición soportan una larga lista de desiquilibrios en su entorno.

Por tanto, la expedición de Reporteros Galegos Solidarios: Carlos Fariña, Teresa del Rio, Roi Palmás, Miguel Núñez y Juan de Sola han comenzado a trabajar en la post producción de este trabajo audiovisual. Será acompañado por un exposición sobre como y en que condiciones se rodaron las principales escenas del documental. Solo habrá que esperar unos meses para evaluar definitivamente este proyecto y certificar su máxima rentabilidad. Pero, por el momento, AGARESO ha cumplido objetivos en el Magreb, ambicionando ya responder a otros con la misma dedicación y entrega.

sábado, 23 de agosto de 2008

La Gran Mamá

Una mujer convencida del derecho natural a ser madre. En su regazo, descansan los problemas sociales de decenas de mujeres solteras en el norte de Marruecos. Una vida entregada a las mamás que un día, por una circunstancia u otra, llamaron a la puerta de la asociación 100% Mamá.

Alumbrar en un país como éste, sin el reconocimiento del hombre, se convierte automáticamente en un serio desarraigo familiar y personal. Llevar la etiqueta de madre soltera sitúa a la mujer en el escalón más bajo de la consideración social. "Es como aquella prenda de saldo que nadie quiere en la tienda".

Un día, hace siete años, una abogada francesa viajó a Tánger para participar en un proyecto con menores y todavía sigue allí "atrapada". Claire Trichot adoptó la valiente decisión de dar un golpe de timón a su vida. Prescindió de las principales comodidades que le presentó una elevada posición en la capital gala. Optó por llevar la empatía con las madres más desfavorecidas hasta las últimas consecuencias.

Preside una asociación en constante evolución, donde los niños tienen un biberón asegurado, un seguimiento médico garantizado y un juguete a los pies de la cuna. Gestiona con destreza los sentimientos y emociones de esas madres marcadas con la muesca de la indiferencia. Haríamos una fotografía desenfocada si negásemos que esta acción social es compleja a varios niveles: personal, cultural y político.

El camino no es llano. Lo sinuoso del mismo, a veces, lo convierte en arriesgado para la continuidad del proyecto. Reconducir vidas malogradas por el abuso, vejación o prostitución es, sin duda, una exigencia propia del mejor cirujano social.

Pero Claire Trichot agarra con fuerza el bisturí entre la ternura de sus dedos y una inteligencia decorada de amplios conocimientos. Cada mañana, se dispone a curar la enfermedad social que sufren sus mamás, tal y como a ella le gusta llamarlas. Bajo el mismo techo conviven madres y niños, practicando la solidaridad entre ellas. "Las que trabajan confían en las que no para el cuidado de sus pequeños". Y, en medio de esta historia, encontramos a la Gran Mámá siempre con los cinco sentidos activados. Mujer de imborrable sonrisa en sus labios, Claire suele exagerarla cuando alguien menciona la palabra de su vida: Cien por Cien Mamá.

Fotografía: Miguel Núñez

El espejo de la igualdad

Jamilha reza a la vida con la naturalidad de una mujer que decide apostar por modernizar su condición. Es capaz de portar una chilawa con la misma elegancia que viste un pantalón vaquero ajustado a su definido cuerpo. Nadie se lo ha enseñado pero lo intuye. Tiene muy presente la idea de adaptarse a los nuevos tiempos para asegurar la visita de un renovado futuro. Escucha todo y a todos, aunque no sea en su idioma. Nunca ha pisado las baldosas de una escuela. Desconoce el olor a libro recién comprado a inicio de curso. Leer y escribir son dos asignaturas pendientes.

Mientras miles de niñas esperaban salir al patio para jugar a la hora del recreo, ella iba en busca de agua hasta el regato, caminando horas y horas, desde una aldea próxima a la ciudad marroquí de Fes. La infancia fue entregada a los suyos por necesidad. "Cuidar el ganado y beber cada día era prioritario". Lo cuenta recurriendo al tono de normalidad, sin inmutarse. Insiste en mantener la mirada como muestra feaciente de sinceridad. De vez en cuando, acaracia sus ojos con los párpados y presume al hacerlo. Detiene el ritmo de la conversación para regalar un secreto íntimo: "Desde muy pequeña, temíamos a los enfados y broncas de mi madre en casa. Nos pegaba duro". Sonríe al recordarlo y busca mayor comodidad en la rígida silla de madera. Arropa su relato personal con el movimiento de las manos. Las mueve con estilo y feminidad.

Abandonó la ciudad de Fes, donde trabajó en pequeñas fábricas de tejidos, y buscó la ciudad de Tánger. Allí, las grandes cadenas de producción del textil estaban esperando para ser ocupadas por mujeres. Jamilha fue una ellas y no tuvo opción. Desde muy jovencita, dirigió sus pasos hacia este sector, ignorando las graves precariedades sociales y laborales. Aun así, cada mañana, acude al puesto de trabajo con la resignación necesaria para superar el sobrepeso de una larga jornada de diez horas. Treinta minutos dedicados a un tentempié y algún minuto de más arañado en las contadas visitas al baño cierran la agenda del día. Todo ello, frente a la máquina de coser, planchar y etiquetar. Vestida de blanco consume las horas en beneficio de otro.

Los 1800 dirhams (180 euros) de salario mensual siguen concediéndole el humilde privilegio de residir, con otras cuatro personas, en un reducido espacio de 20 metros cuadrados. En este lugar, se intenta hacer vida: Comer y descansar son los principales objetivos de Jamilha cuando está en casa. La humedad ha deteriorado parte del techo, "el calor, transcurrido unos minutos, es insufrible". Por el baño, es recomendable no preguntar porque no hay. Sin embargo, la situación no agobia a la anfritiona y se levanta a preparar un té, acompañada de una de sus compañeras y mejor amiga: Radja.

Confía en que, algún día, las cosas cambien y su vida adquiera otra dirección alejada de la zona fabril. Guarda con celo la idea de abrir su propio negocio de moda. "Una pequeña boutique en el barrio estaría bien. Sería un bonito proyecto", aclara. Por el momento, está considerada como una referencia en la asociacion Atawassoul, colectivo que defiende los derechos laborales y sociales de la mujer en el norte de Marruecos.

Con respecto a la familia y la vida en pareja, Jamilha no es flexible: "Es básico que me respete. Sin eso, conmigo, no hay nada que hacer". Prosigue con un suave sonido, hablando de sus inquietudes entre alguna risa que se cuela con indiscrección. De repente, mira la hora. Son las nueve y, a partir de ahora, el tiempo se invierte en preparar el nuevo día.

Despide a los invitados con una sonrisa al compás de la agradecida palabra Sucram (gracias) en la puerta. Una vez cumplido con el exquisito protocolo y, en su minúsculo pasillo, Jamilha se mira en el espejo con la mente perdida. Por tan solo unos segundos, imagina a la igualdad de género, laboral y social irrumpiendo en su propia realidad.

Fotografía: Miguel Núñez

viernes, 22 de agosto de 2008

Madre en la sombra

Hay historias que, para ser contadas, deben ser ocultadas. Es el caso de Sarah. Este es un nombre ficticio para una historia real.
Sarah odia a los hombres. Es categórica en su afirmación. Y, conociendo su historia, no es para menos. Con 32 años, está embarazada de su tercer hijo. Muestra orgullosa su barriga, que en pocos días dejará de estar abultada. Pero tiene miedo de enseñar su rostro. Ser madre soltera en Marruecos es un delito, no son más que prostitutas a los ojos de la sociedad.

Antes de ser madre soltera, Sarah sufrió un matrimonio que nunca funcionó. Se encontró con la oposición de su familia, pero a pesar de todo, decidió seguir adelante. Su historia se desarrolla entre Marruecos y Turquía. Apenas 15 días habían transcurrido desde que dió a luz a su primer hijo cuando su marido decidió "sacarla a la calle" para ganar dinero. Pronto llegó el segundo hijo y la historia se repitió hasta hacerse insostenible. Sarah llora al tener que recordar, pero es una mujer de una fortaleza sorprendente. Habla segura, no quiere que la compadezcan, quiere denunciar, gritar su historia.

Fue esa fuerza la que le hizo recurrir a la policía para denunciar su situación. Pero la respuesta era siempre la misma: devolverla a su marido. Cinco años en este infierno doméstico hasta que la burocracia, la falta de papeles, la obligó a volver una temporada a Marruecos, lejos de unos hijos que se acostumbraron a vivir sin su madre. Luchó por volver junto a ellos, pero el infierno no se había olvidado de ella. Solo cambió el escenario, en este caso Grecia. Otra vez la historia se repetía para Sarah: la calle, unos papeles que nunca acababan de estar en regla y de vuelta a Marruecos sin sus hijos. Otra vez.

De nuevo confió en un hombre, y de nuevo el destino le dio la espalda. Embarazada y sola, se abrió la puerta de la esperanza para ella bajo el nombre de "100 por 100 Mamá". Un reducto de comprensión, capitaneado por Claire Trichot, donde no se hacen demasiadas preguntas. Aquí las madres como Sarah encuentran un lugar donde esperar la llegada de sus hijos, donde cuidarles, lejos de miradas acusadoras e incomprensivas. "Aquí encontré la tranquilidad, tengo una nueva familia". Se seca las lagrimas y sonríe al mismo tiempo. Nos pone la piel de gallina e intenta que nosotros también sonriamos. Nos dice que tiene miedo al inminente parto porque el bebé que espera es muy grande " y no sé por dónde va a salir". Sarah se imagina el paraíso: reunir a todos sus hijos, trabajar para sacarlos adelante. Sabe que lo va a conseguir y que pronto dejará de ser una madre en la sombra.

Foto: Miguel Núñez

El fiel amigo de la dignidad

La entrega absoluta es inherente a su forma de entender la vida. Los problemas ajenos completan parte de una vasta agenda que sólo su privilegiado cerebro conoce. Acompañarle en silencio es una de las mejores maneras de comunicarse con él. Entre el análisis y la reflexión transitan sus veteranas neuronas que casi siempre toman el camino de una solución vestida de honradez.

Boubker El Khamilichi alberga la firme convicción que valorizar al ser humano, sea cual sea la circunstancia, debe ser un objetivo irrenunciable.
Tras la mirada, uno encuentra comprensión, bondad y generosidad sin esperar nada a cambio. "Estoy acostumbrado a vivir así, eh!", sentencia. Huye de la inercia de la compensación por norma. Busca siempre el segundo plano, aunque los primeros no se ruedan sin sus sabios consejos.

La participacion en la política activa y en la militancia social - como le gusta denominarla - ocupan el día a día de este gladiador de los derechos y las libertades. Pero, la máxima expresión de la igualdad para la mujer marroquí transforma sus gestos, su cara y, en definitiva, sus movimientos. Habla y discurre sobre esta posibilidad social como si ya fuese una realidad tangible. Por unos instantes, la pasión es confundida con la obsesión.

Al frente de la asociación Atawassoul, Boubker ha logrado configurar un equipo de personas comprometidas que enseñen el sendero de la alfabetización y formación a aquellas mujeres, madres y trabajadoras privadas de un básico desarrollo intelectual. Pasaron a mejores tiempos, las reuniones de las asociadas en cafeterías para exponer los problemas e inquietudes del día a día. El pasado acabó por deborar los anhelos de tener un espacio real para celebrar encuentros porque ya lo tienen.

La cooperación española, principalmente catalana y gallega, ha trasladado la utopía a la realidad siempre bajo la atenta mirada de ese ingenerio social que defiende la condición de la mujer en un lugar donde el hombre todavía capitaliza las decisiones en los principales ámbitos de desarrollo. Dice que "el esfuerzo merece la pena porque me acuesto todas las noches con la tranquilidad de haber sido útil a los demas".

Para responder a cada pregunta, el tiempo se convierte en su cómplice inseparable. Transmite la sensación de no querer defraudar, a pesar de mantenerse firme en sus posiciones para sortear cualquier tipo de dificultad planteada. Utiliza las temblorosas manos a la hora de acentuar las frases; toda aquella aseveración que, a veces, necesita de un gesto para recibir la credibilidad de los que escuchan.

Le entusiasma conversar sobre un progreso social. Imaginar un futuro repleto de equidad y exento de injusticias. Visibilizar a los menos y concienciar a los que más tienen. Mencionar con frecuencia: "lucha obrera" para que nunca sea olvidada.

Cuando hace referencia a las obreras (mujer trabajadora), sus oscuras pupilas cobran una iluminación especial, casi extrarodinaria. Sonríe timidamente y rota la mirada hacia el suelo en señal de respeto al resto. Para él, los problemas no son eso: problemas. Son decisiones que uno debe tomar en función de las posibilidades del momento. Nadie está libre y "por eso, debe estar preparado para afrontar la situación con la mayor dignidad", por que para los que no hayan reparado en ello: Boubker El Kamilichi es ese fiel amigo de la dignidad.

Foto: Carlos Fariña

jueves, 21 de agosto de 2008

La puerta abierta al diálogo (Atawassoul) hace fructificar a la cooperacion gallega en el magreb

La expedición de Agareso (Reporteiros Galegos Solidarios) prosigue con su cometido por el norte del Magreb, buscando historias anónimas que reflejen la lucha de un verdadero feminismo. Desde la obra y obrando, son múltiples los casos que ofrecen la pura esencia de una discreta revolución de género. Para ello, organizaciones como Amarante arropan con su abrigo social el proyecto de alfabetización y formación que desarrollan las mujeres trabajadoras marroquís en la asociacion Atawassoul. "Sólo un pueblo formado, es un pueblo sabio", dijo un conocido ilustrado.

La cooperación al desarrollo llegada desde la sociedad gallega es necesaria presenciarla para constatar nuestra aportación a un colectivo vulnerable como es el caso de la mujer trabajadora del textil y otras labores extendidas por el norte de Marruecos. Cuando uno escucha - por que es la principal herramienta para el entendimiento - descubre que la paciencia y el sentido común se imponen en cada variación social relacionada con las mujeres de este país.

Por el momento, son conocedoras de muchas referencias de sus homólogas de otros países más favorecidos que, a estas alturas, persiguen otra clase de objetivos vitales distantes a los ansiados por las mujeres del norte africano. Pero, en este rincón, el deseo es que todo vaya mucho más rápido, aunque las propias interesadas insisten en que no es lo más recomendable: "la mejor revolución son los pequeños y silencioso cambios".

A lo largo de esta semana, los días están siendo largos - porque aquí el sol parece tener poca prisa por esconderse - y la noche también. Dilatadas conversaciones sobre proyectos sociales con identidad gallega están implicando a numerosos Reporteros Galegos cargados de Solidaridad, procedentes de un tejido social en el que encontramos referencias en materia de cooperación como Amarante.

Uno de esos reporteros, ese espíritu vivo que combina la juventud con el sentido común, abandonó la expedición obligado por su agenda laboral. Roi Palmás ha permitido aportar el contraste necesario sobre cómo estaban las cosas hace un año, y cómo están ahora. Sin duda, hemos encontrado sustantivas variaciones: nuevos espacios donde formar y alfabetizar a la mujer; una infraestructura en proceso de crecimiento que permite dar amparo a más mujeres y un camino inexorable hacia la justicia social y laboral. Todo ello fruto del entendimiento, a los sólidos puentes construídos por ingenieros sociales a ambas orillas del estrecho. Pero, con una máxima como paradigma irrenunciable: 'la puerta abierta siempre al diálogo (Atawassoul)'.
Fotografia: Miguel Núñez


La supervivencia entre los dedos

Sus dedos son capaces de soportar quince horas desnudando gambas. Lleva desde los once años y, ahora, con dieciocho recién cumplidos no valora otra salida que seguir adelante con esta situación, dominada por la injusticia. Estamos ante uno de esos anónimos casos al que le ponemos cara, mirada, voz y, aprovechando la inercia, humanizamos a 'la peladora de gambas'.

Opera en el puerto de Tánger. Está obligada a sumar entre cinco y seis kilos diarios para cumplir con lo encomendado y, de no ser así, deberá permanecer en su puesto de trabajo hasta aproximarse a la cantidad establecida por los responsables de la cadena de producción.
Difícilmente logra ver el sol. Duerme de tarde y el resto del día es para trabajar. Traspasa la puerta de su fábrica, cuando el resto de los mortales comienzan a conciliar el sueño. Son las dos de la madrugada y los dedos de Noura comienzan a desmenuzar gambas.

El frío en el hábitat laboral se hace notar con malicia porque la materia prima procede de grandes congeladores a decenas de grados bajo cero. Cada kilo recolectado, se traduce en 12 dirhams (cerca de 1 euro) para cada obrera, quien a final de mes logra reunir alrededor de 1100 dh (110 euros). En el caso de Noura, la humilde renumeración es entregada a su familia para abordar la mensualidad, apoyada en una economía de supervivencia.

Una y otra vez, repite en árabe con acento del norte la palabra cansancio y, en su rostro, resulta fácil adivinar el alto grado de agotamiento, después de quince horas sin tregua. Son las siete de la tarde (hora local) y nos sentimos incómodos porque en nuestras mentes pasea el concepto del abuso: "habitualmente, a esta hora, ella ya duerme".

Confiensa que no será la ultima ocasión en la que se acueste sin cenar, por que su estómago está más cansado que apetente. De repente, como una auténtica enamorada de la sinceridad, espeta: "me siento como una esclava". Ni la traducción fue capaz de rebajar la contudencia y el incalculable peso de la frase. Por un instante, se hizo el silencio en la tarde tangerina. Por segundos, nadie reacciona intentando asumir tal golpe propinado a la conciencia. Sólo con las miradas fue suficiente.

Pasada la media hora, la atmósfera de aquella habitacion, habilitada de forma improvisada en sala de prensa, lloraba sin cesar. El testimonio asestaba bofetadas, de forma incisiva, a la mentalidad de los acomodados europeos allí presentes. Durante la conversación la otra parte del cerebro se formulaba preguntas como: "¿dónde estan las fuerzas sindicales?, ¿por qué nadie actúa con decisión?".

Mientras, Noura sigue reviviendo su propia historia. Mantiene la mirada con la máxima dulzura, a pesar de la aspereza de sus palabras. Pese a que transmite la sensación de haber hecho esto en múltiples ocasiones, es decir, con regularidad, busca la mirada cómplice de su amiga que la acompaña para recuperar la seguridad en si misma.

Finalmente, sale a relucir el modelo de vida de la mujer que comienza a 14 kilometros de aquí. Noura se limita a ser categórica: "sólo con una cuarta parte sería feliz y tendría claro mi fufuro". Esto convierte a la mujer europea en un ejemplo utópico inalcanzable en el presente pero, para esta madurez encarnada en un cuerpo de 18 años, "mañana puede ser otro día".

Fotografía: Miguel Núñez